Cuántas horas ha durado
esto, esta sentencia a los sentimientos, este pensamiento desnudo; horas tan
repartidas y desordenadas, tan rusas. Cuántos recuerdos a la hora de dormir ha
durado esto. Será que me canso de resistir las resistencias reales y las que me
he inventado, pero todavía sigo queriendo hacerlo (y siempre querré). Por eso
es que escribo, aunque no parezca, porque prefiero perecer en letras que en
nerviosismos, porque me salvo y salvo mis días que tanto quieren estar del todo
tranquilos.
Aún con todo, me duele haber
estado al lado de lo que estuve... Y recordar lo que no tengo que estar
recordando. No necesitaba razones y las necesité. No tenía que haberlas
necesitado. Sí duele, duele leer un puñal en el pecho.
Tantos reproches que ya ni
sé para quién son. Por parecer. Por querer hacer tanto y no hacer nada. Por
dejar que las palabras se las lleve el viento. Por hacer nacer la rabia. Por la
insensible distracción. Por la aparente burla. Por el estrés y la angustia tan
innecesarios.
¡Si sólo un día! ¡Un día el
mundo estuviese lejos! La tensión, las preguntas y tanto festejo. Salir de la
vida para llenar el espacio de mis tristezas. Respirar, porque respirar hace
falta; no decir nada y tampoco tener que hacerlo, perderme en rayones de tinta
verde y suspirar con los suspiros más hondos.
No quiero dejar rodar las
lágrimas, porque no me gustan mis razones para llorar, y no me gusto, y voy
deformando mis razones para gustar. Soy un manchón de unas pocas sonrisas
borrosas entre tantas nítidas y verdaderas ¡Pero amo reír y me amo riendo! Y
amo que me hagas la risa así.
Ay, a ver qué se hace, a ver
qué se piensa, a ver qué nueva palabra saldrá de esta boca. Muero
desesperadamente por las palabras para hablar lo que no hablo, como siempre.
Tengo tantas ganas de perder el tiempo
Al final, lo siento. Quién
lo diría que es eso lo que tengo por decir. Lo siento.