domingo, 4 de octubre de 2015

Como Una Escalera Al Hades




Están rojas las caras de todos. Y la mía clara, esperando llegar a casa. Todos miran abajo y yo me pregunto qué es lo que hay ahí. Labios apretados, cejas compungidas, manos empuñadas, ojos que de lejos parecen cerrados, pero de cerca se puede ver bien que lo que hacen es bajar la mirada. Y allí se quedan atrapados dando patadas con la mente que no se quiere ahogar, esperando que una respiración que no es la suya los deje respirar, esperando que una vida que no es la de ellos los haga vivir. Y de vez en cuando empiezan a subir la mirada, pero casi no logran ver al frente. Es como una escalera al hades.

Así es esto. Como una subida que a punto de ver la luz, se cae. Peldaño por peldaño hacia abajo. Los pies arriba, las entrañas sintiendo el fuego de abajo. Llamas quemando la piel con un calor engañoso, calor aliento que se transforma en ardor constante. Una repitente sensación ardiente de buscar algo en otra mirada y encontrar ojos llenos del fuego del desasosiego. Lo que creí que no podía pasar. Subir y al mismo tiempo bajar.

Yo estoy callada en el medio de todo. Veo uno por uno los gestos. Veo sonrisas gastadas que son sinceras pero están rodeadas de fuego. Y oigo risas que suenan a alegría pero que son color rojo. Y siento que soy todos y no logro ser ninguno, porque siento mi corazón, pero no veo mi cara. Sólo es hasta más tarde, cuando dan frío las lágrimas, que sé que estoy ahí.

Pero hay manos entrelazadas y el silencio no se ha tomado por completo a nadie. Callo pero espero, y trato de quemar con el calor al miedo. Después, entre largos pasillos blancos y entre estas letras rojas, me encuentro, como un extraño mensaje difícil de entender, un guayacán amarillo. En espera de un suspiro que sea suficiente, o un soplo que apague esta caída libre. Mañana seguirá la lucha por subir.