sábado, 8 de octubre de 2016

Diálogos Con La Ventana XIV



Hola, ventana ¿cómo has estado? Lo cierto es que no nos vemos hace un tiempo (pero no nos olvidamos, no te preocupes, que eso ambas lo sabemos) y nuestro tiempo lo gastamos en rápidas despedidas y saludos, pero tengo que hablar de algo contigo. Más bien… Preguntarte algo. Ay, es que no sabes cuánto te necesito, he tratado de resolver esto por mí misma pero no he dado con nada que me deje contenta, necesito hablarte a ver si encuentras respuesta.

Dime, ventana ¿por qué no hay palabras? ¿por qué las miradas pierden el ánimo? ¿por qué cuando las condiciones son perfectas, el silencio llueve sobre ellas? ¿por qué se funden los bombillos de las ideas? Respóndeme por favor por qué no hay iniciativa.

Te daré un tiempo, tómalo, no sabes cuánto me ha costado a mí, ratos enteros de sólo pensar, me he quedado sentada encima de las piedras de la frustración e imagino e imagino mil razones. No te mentiré, he encontrado algunas que se acercan a la lógica y que por poco me persuaden ¡pero cuando uno siente cosas ilógicas, cómo va a poder explicarlas con coherencia! Entonces ahí se me borra todo y vuelvo a entristecerme, enojarme y confundirme otra vez.

Te ves bastante callada pero hay bastante ruido detrás de ti ¡Y ese es! Ese el ruido que desordena mi cabeza con esta duda tan grande que tengo, esta duda que no sólo me deja a la espera de respuesta sino con un vaciíto en el alma, digámosle así, que todavía no se decide a dar este asunto por terminado. Yo amo el silencio y tú lo sabes, pero este me resulta insoportable. Este silencio sin propuesta de sonrisas me hace agua por dentro. Por qué hablar y después callar, decir todo lo bonito pero cuando lo bonito tiene tiempo libre, esconderlo y no dejarlo salir a jugar.

Estas faltas de quiero verte están apagando mis proezas. Mis ganas se están borrando de la foto. Es que a veces siento que no puedo, que no puedo más, que mis oídos van a estallar si escuchan un no de nuevo, y me da mucho miedo que ese estallido llegue hasta la sangre del corazón ¿me entiendes? porque ambas sabemos que eso es instantáneamente lo que va a pasar (hay que decirlo por experiencia). Por qué es tan sencillo que nazcan las ideas alegres en otros lados y no en el lado del amor ¿no debería ser al revés?

¡¿Por qué no perder el tiempo, ventana?! ¿por qué quedarse a solas con las risas en la punta de los labios? ¿por qué tomar café en la imaginación cuando se pueden cocinar tomates en mi cocina? Por qué irse a otras personas si uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida… Y dónde dejaste la acotación de insertar suspiro…

Mira, ya viste cómo me puse entonces vamos terminando esto antes de que vuelvan las amigas saladas que han estado de paseo.

No puedo entenderlo todavía. Estoy resignada convenciéndome de que simplemente no es mi momento de comprenderlo. Sé que eso puede ser conformarme, pero esa explicación a veces me da algo de tranquilidad ¡qué más le vamos a hacer! Lo cierto es que esa tal iniciativa resultó ser más complicada de lo que parecía.

Ahí te dejo esa pregunta, y te dejo también la promesa de que la primera que encuentre la respuesta se la dirá a la otra. Buenas noches, amiga, duerme bien.






8 octubre 2016

lunes, 20 de junio de 2016

Extrañitud

Cómo se le llama a lo que sufren los que hablan con los labios sellados, a los que caminan sin saberse caminando, a los que suponen la vida. Qué es eso que hacen los que se piensan y se van.

Cómo se le llama a la tristeza por el corazón regada, pero tan silenciosa, tan disimulada. A la indisciplina al escribir, tan terrible y tan feliz de sentir.

La ironía que, escondida, destella. Brilla oscura con intenciones macabras. Y la demora de sus palabras, y lo poco que podía verse detrás de ellas.

Y las pocas sílabas y el color con que venían pintadas que ya no era negro sino que era gris. Color que no ha podido vestirse de feliz.

La incómoda forma de compartir un día y la difícil forma de explicar cercanía. Y el "ya no es antes sino que es ahora", y el grito ahogado de tan mala hora. Los libros que se preguntan por su destino, la noticia tan esperada que no vino.

Y la luna afuera sin quienes en un abrazo la miren. Y el deseo furibundo de adentro de vivir en otro lado más cercano a su cuerpo. Y su cuerpo ausente, y su ausencia fuerte, y su fuerza, inerte, y su muerte haciéndome preguntarme cuándo me dejará volver a verle.

Las manos vacías de dedos y las palmas sin líneas sobre las líneas de la vida. Los pasos que se dan quedos como para no delatar la huida.

Y esas pequeñas, imperceptibles cosas que con esos pasos se alejan, que alejan las almas tanto como los cuerpos. Los detalles que de a poco se llevan los cuidados atentos. El sol que ya se está escondiendo. La concreción de un rodeo que daba risa. La máscara neutra. La llamada que no llega. La pregunta que espera. Los que se paran y se miran en medio de diez centímetros físicos y diez metros de alma.

La pulcritud, la exactitud, la esclavitud, la ingratitud, la desconfietud, distancietud, tristecitud...

-Diez centímetros físicos y diez metros de alma-

...La extrañitud.





20 junio 2016

sábado, 4 de junio de 2016

Si No Me Vas A Besar Mañana, No Lo Hagas

Si no me vas a besar mañana, no lo hagas ahora cuando las miradas son cambiantes minuto por minuto, no cuando mis fuerzas son las mismas de un papel bajo una nube cargada de lluvia. Si no me vas a besar mañana, no lo hagas hoy que yo podría quedarme a vivir entre tus cejas después de besarme y olvidarme de mi vida. 


Si no me vas a besar mañana, no lo hagas. No lo hagas porque mi sed de tus besos se levanta como nueva cada día, como si volviera a nacer con el primer pensamiento de la mañana. En el aire de mi imaginación flotan fácilmente tus manos en mi pelo enredadas, y ahí otra vez te beso aguardando tus besos, y temiendo que no vayan a llegar. Si no me vas a besar mañana, no lo hagas, porque no mejoro en el arte de esperar, y tengo los labios cansados de besos que no vuelven, la boca mojada en incertidumbre.

Si mañana el viento soplará fuerte y habrá marejadas en nuestros adentros callados, y ni tus ojos ni los míos podrán evitar las fieras miradas de nuestros corazones, y las preguntas y las respuestas las guardaremos en cajones cerrados, no me beses, no le dejes a mi cuerpo el recuerdo de la canción que, cuando me besas, me cantan tus labios.


Si me vas a besar, hazlo en mis sueños, donde sea yo la que cree los besos y sólo me encuentre con ellos detrás de mis párpados, y así no tener que mirarte mañana de lejos y no saber de quién es la mirada perdida, si tuya o mía. No me hagas morirme y volver a vivir en la mitad de tu beso que tanto sueño despierta, que busco debajo de mi almohada cada noche, que busco en la piel de mis brazos que una vez besaste. Qué voy a hacer cuando vuelva ahí a no encontrarte, cuando en la noche piense en mañana con recelo. Dime qué voy a hacer cuando, después de tu beso, le tenga miedo al amanecer.


Si mañana tu voz va a flotar en el aire y va a ser tan etérea que no la voy a poder tocar, no me beses. Si soy digna de tus momentos mas no de tu vida: No. Si es sólo porque ves lo afectada que estoy: No. No me beses. No si esa es tu razón. Si no me vas a besar mañana, mejor déjame aquí siendo lo que no te atreves a ser.


No me beses si mañana tus palabras no me van a mirar de la misma manera.

No me beses si mañana nuestros besos serán de camerino y no de escenario.

No me beses si tus labios, como las palabras que salen de ellos, no serán solamente míos.


No me beses. No me beses por ti. Porque puedo ser perjudicial. Porque no olvides que con frecuencia olvido que la cuerda floja por la que caminamos no es la misma.



Y si me vas a besar mañana, hazlo ahora, antes de que agonice de sed de tus besos.


lunes, 9 de mayo de 2016

Y Dejar Que El Agua Corra

¿Podrías oírme si te hablo a través del agua? ¿Todavía queda alguna zona de tu oído que sea sólo mía y pueda oírme sobre el mar? Porque tú estás en tierra firme y yo me estoy ahogando.

Naufragó mi barco que se aventuró a navegar tu cuerpo, que zarpó de tu pelo para llegar a tus tobillos. Ahora estoy en una playa desierta. Desterrada de las historias de tu día. Tan lejos del sonido que tiene tu voz cuando la oscuridad la toca.

¿Me oyes? Te estoy gritando. Pero tengo el agua sobre mí y sólo puedo ver las burbujas a mi alrededor cuando con todas mis fuerzas grito para que me salves. Para que me salves de mí sin ti y del dolor escondido tras la espalda de las sonrisas.

No hay forma de que este lugar se sienta cerca. Alargo mis brazos para tocarte pero ahí lo entiendo, que estoy delirando en el recuerdo de las noches en que tuve vida. Vida. Qué palabra tan difícil de decir sin pensarte. Me pregunto desesperada por qué estás tan lejos de ella y a quien sea que se parezca a tus labios podría comprarle la respuesta. Pero no hay nadie más aquí. ¿Podrías escucharme si te hablo a miles de kilómetros?

Toda cubierta de agua. En lo más profundo de lo profundo. Dando patadas y moviendo los brazos. Sólo quiero un poco de tu aire para respirarlo. Sólo algo de cercanía para que alcances a oírme y pueda yo tener descanso. Pero tú... Tú sigues sin escucharme, y empiezo a preguntarme si tienes los oídos tapados. Tal vez esté condenada a escribir por años.



8 mayo 2016. 11:14 pm.

martes, 3 de mayo de 2016

Corazonamiento Cuando Se Va la Luz

Hay días que se demoran en llegar. Pero se sueña madrugar para vivir dentro de ellos. A veces esos días se vuelven semanas. Y a veces no son sueños sino sorpresas gratas del contradictorio vivir. Deseos a los que les dan forma después de tanto insistir.

En esos momentos, la cuerda floja por la que se camina, se hace más ancha. Caminar es más fácil. Es más fácil ver de cerca el deseo al final del hilo... ¿Al final de hilo? Cuando ya se acercó uno lo suficiente, se da cuenta de que su anhelo no está solo.

Y esa presencia lo aniquila todo. Los pasos firmes frenan en seco. Las palabras desaparecen justo en los labios. A los abrazos les cortan la primera sílaba. A los pensamientos que se creen claros, les vuelve a caer tinta encima. Los minutos son obligados a convertirse en segundos. Tranquilidad como una palabra que empacó su maleta. La valentía vuela en un viento lejano. Y el corazón... Bueno, él no se ha podido acostumbrar a pensar en vez de sentir.

Cuando la vida está pintándose de blanco, se va la luz.

Dejo entrar la noche en las ventanas de mis ojos, pero esas ventanas dejan ver las despedidas lejanas... Que ya no son mías... Que ya no son mías.

Abro mis manos de ilusión. Y la vida que allí atrapo se escapa veloz por los espacios de mis dedos dejando algo de restos que con tesón puedan ser revividos. Hay que aprender a cerrar los dedos. Hay que cerrar con fuerza los dedos.

Uno nunca termina de comprender las formas en que funciona la ausencia. Su repertorio de tortura es tan grande que cuando uno cree que ya no está, se quita la máscara y se descubre a sí misma y a su nueva forma de jugar el juego del engaño. Le quita a los días especiales los chocolates y las notas de letras enredadas. Le quita a los nervios los detalles que los calman. Le dice a los riesgos que ya pueden ser tomados, pero se desdice cuando acaban de saltar al abismo.

Qué casa tan vacía. Qué puerta tan triste de cruzar. Qué montón de momentos habitan en ella y sin embargo está tan sola. Tan sola. La mesa ya está servida pero se fue la luz. Y no hay velas que prender. Sólo queda un sofá para acostarse. Al lado de esta cobardía a ser valiente que abrazo todos los días contra mi pecho.




3 mayo 2016.



domingo, 17 de abril de 2016

La Quinta



Debajo de unas nubes grises y un sol medio escondido, está La Quinta, un lugar de almas desnudas a donde los desenamorados van a dejar de vivir su realidad, a tomar aire de las situaciones que los arrugan por dentro, o a dejar salir tanto aire negro que ya han tomado. Un sitio tan peregrinamente apacible que provoca salir corriendo y quedarse para siempre.

Antes de entrar todos se quitan sus máscaras de sonrisas. Nadie tiene que abrir las puertas porque estas están siempre abiertas, como un presagio de que cada tarde el lugar se llenará y llegarán muchos sin fuerzas para empujar. La espera de los clientes es directamente proporcional al tamaño de la herida y al radio de la pupila dilatada de los que sufren por amor.

Adentro, un ambiente como de viento. Todos se saludan con un abrazo, todos saben cuánto lo necesitan. Detrás de la barra, los que saben las palabras precisas y las sonrisas de medio lado que, en medio del desasosiego, es bueno dar a los que van allí. Es un lugar con experiencia, experiencia que ha adquirido, más que con sus años de existencia, con las historias que se escuchan en el recorrido de los vasos a las bocas, o de camino al baño. Todo en La Quinta está invadido de las palabras que sus paredes han escuchado.

Los pasos de los que se van acercando a unirse a la fiesta se escuchan como un metrónomo que marca el compás de las más tristes composiciones. No se distingue entre mujeres y hombres, sólo se ven corazones que buscan desesperados aquel lugar para dejar salir las lágrimas que, frente a la gente, no quieren mostrar.

Y se ven sentados en las mesas a los que tienen lejos sus pasiones y allí pueden, de una manera extraña e incomprensible, sentirlas cerca, como unas manos que acarician aún con la piel ajada, como la playa de Troya, yerma y desolada. Otros caminan por ahí y no se sientan, porque tienen miedo de que se les caigan los recuerdos felices y las caras de los que quieren, y le muestran a los demás fotografías de esas caras, alegando, a veces gritos: “¡Ese es el rostro del amor!”

En la rocola, junto a la lista de "Canciones prohibidas por tener un significado especial y por su alta capacidad de poner a llorar el corazón", unos le echan monedas a música lenta que acompañe los suspiros. Música que pronto llena los rincones un tanto empolvados del lugar. La música que suena no improvisa ningún sentimiento, porque en La Quinta el piano siempre está dañado.

Así es La Quinta, preparada para recibir a sus clientes y atender sus necesidades. Y dejarlos caerse al suelo si es lo que necesitan, y darles de beber algo que les quite el dolor de cabeza, o que al menos intente hacerlo.Todos se hablan con silencio, entendiendo perfectamente lo que las ojeras del otro quieren decir. Soledad camina por ahí poniendo una mano en el hombro de cada visitante. No hay relojes para no sentir el paso del tiempo-olvido. No es un paraíso, pero es un hogar. Un hogar para los que tienen los besos sin hogar.

No se sabe dónde queda La Quinta. Tal vez en el quinto intento de revivir los amores, en la quinta chispa de un fuego encendido, en el quinto camino por el que camina alguien perdido, en la quinta hoja arrugada llena de letras que quieren explicar el vacío, en la quinta señal de peligro de una inhóspita carretera.

Y hay quienes no han podido encontrar cómo salir... Y hay quienes no quieren encontrar cómo hacerlo.



17 abril 2016. 8:20 pm.

miércoles, 30 de marzo de 2016

Palabras De Día Para Escribir De Noche


Escribo una historia del día y no de la noche, porque ahora es el día el que me persigue y me amenaza con no acabarse. El día al que le cierro las puertas pero se entra por las rendijas como diciéndome que tengo que estar con él, sacándome de donde estoy, prohibiéndome mover mis pies para alejarme de la puerta que me fue cerrada, obligándome a verla sabiendo que no puedo entrar, con las llaves en la mano pero la cerradura cambiada... Y con las ventanas abiertas de par en par para ver lo que pasa en la que era mi casa.


Y sólo quisiera saber por qué ahora. Por qué. Por qué cuando necesito vida y no muerte, por qué cuando, en el centro de la excelsa sensación de soledad, necesito compañía. Vuelvo cada hora una búsqueda incesable de lugares que sirvan de buen escondite, haciéndome experta en caminar hacia atrás cuando la tranquilidad se me hace adelante pero me avisa que no es mía. La realidad es real. He ahí algo que todos deberían descubrir un buen día.

Soy un deseo de su sonrisa. Tengo para darle unos labios a sus dedos, un pecho que tiembla y una receta sin hacer. Diminutas cosas de un amor enseñado a crecer. A esas simples cosas arrastradas por el viento, las supe calmadas cuando en un sueño, sus manos existían en las mías todavía... Y no las había tenido que soltar ni por primera vez. Y nadie me hablaba para decirme cosas que me dolían, y yo estaba lejos de ser lo que no quería. Lo que soy hoy. La que tiene encima todas las miradas menos la suya, justo esa, la única que en la oscuridad brillaba. Ya la mirada no sale a la calle y los ojos no se alargan caminando el camino que camino. La cabeza voltea a adivinar otros pasos y estoy yo en el medio de unos ojos incómodos y unos pies extraños. Soy un después, ya Natalia se escribe con otras letras.

Cascada de miradas lastimeras. Mis pupilas se dilatan y parece en ese momento, que la única palabra que han conocido y que han sabido decir es llanto... Y el final del llanto no es el final del día. Y se acaba la semana pero todavía falta uno más, todavía falta uno más.




31 marzo 2016

viernes, 25 de marzo de 2016

Despertar En Desierto

No sé cómo llegué aquí. Tal vez una ventisca, una tan fuerte y rápida que no me dejó echar hacia atrás. Sólo cerré los ojos y cuando los abrí, ya estaba caminando en esta arena pesada, y siento que con sólo días, ya he empezado a caminar en círculos, entrecerrando los párpados para tratar de ver el final de este lugar. El final de este lugar que sé que puede sacarme de aquí en otro abrir y cerrar de ojos: sus brazos.

La eterna suavidad de la vida, sus brazos, que cuando no los tengo los vuelvo a crear en mi mente casi exactos a como han sido cuando los he tenido cerca. Tan grandes que me envuelven toda tapándome las tristezas, tan acariciables que me hacen deshacerme de mis manos en el camino a las suyas, tan fuertes que me protegen hasta de mis miedos. Pero están lejos y lo sé, y mi réplica de ellos no hace todo el trabajo porque aún los extraño, aún lo extraño y lloro encima del día en que decirlo no fue suficiente.

Sigo aquí con la mirada en las cadenas de mis manos que ahora pienso que no están ahí porque me ataban, sino porque yo las sostenía, y lo pienso alejándose sin cadenas y llegando a tierras distintas a estas. Yéndose de mí sin saber la palabra bonita que sus ojos esconden: paz. Quisiera decirle, por si mis miradas no lo hicieron, que sus ojos son oasis, agua, luz. Son las canciones que me enseñó a cantar y que hoy canto queriendo que me cante. Baja del cielo lejano, estrella, y dime si me quiere un poco.

Mi cama está sola. Ni siquiera me tiene a mí que no me atrevo a estar ahí sintiendo su ausencia. Y si llego a ella, me desvelo en mi anhelo de que viva en mis sueños y ahí sea fácil amarnos. Mi cuerpo desierto me dijo que era difícil sostenerse si no era con sus plurales quitándole el puesto a mis singulares y sus susurros recorriéndome la piel por años, sin querer encontrar el final del camino. Así como yo no encuentro el final de este desierto.

Y me he vuelto tan triste como un diccionario que no encuentra las palabras para decirle que vuelva. Y es la vida un nocturno que está a punto de ver la mañana.



25 marzo 2016.


miércoles, 16 de marzo de 2016

Diálogos Con La Ventana XIII



Hola, ventana ¿puedo quedarme aquí? Sí, sí, ya sé que siempre me has dejado sentarme contigo, pero ahora no me entiendes, ahora quiero quedarme aquí. Como lo has oído. ¿Podrías dejarme estar aquí por un largo, largo rato? Digamos… ¿Unos cuantos días? Está el silencio y está la madrugada ¡no me puedes decir que estamos mal acompañadas!

Quisiera cerrar esa pesada puerta del tiempo y volver a encerrarme a tu lado, y pintarte de rojo para que no nos vean. Así como lo hacíamos, así como cuando yo saltaba y tú sólo me veías y escuchábamos música casi todos los días. ¡Pero hay que tener cuidado con algunas canciones ahora! Hay algunas que ya tienen un significado, y escucharlas… Bueno, digamos que ya escuchamos suficientes suspiros por aquí.

Mi queridísima ventana, cómo no volver a ti que conservas una parte de mi pensamiento, como si desde una primera vez, totalmente inconsciente, hubiese decidido amarrar a ti la vida. Qué hago si no volver en días como estos en los que me acobardo de mi vida de todos los días, en los que salgo de mi casa y no sé qué hacer con todo lo cotidiano, en los que llego a mi otra casa y no sé cómo moverme allí y me abrumo al entrar a los cuartos en los que no tocaba la puerta, ya no quiero volver a entrar sin tocar la puerta. Me siento como puesta en un lugar que ya no es tan mío. Si querías una explicación, ahí la tienes, entonces respóndeme ¿sí me dejarás quedarme?

La vida ha dado vueltas, lo sé. Tal vez ninguna de las dos sabía que así iba a ser, pero aquí estoy y aquí estás. Sigues siendo domadora de sueños, guardadora de mil y una aflicciones, conocedora de mundos reales e imaginarios, colega de caminos estáticos, llena de sentimientos frustrados. Eres la sobreviviente de los embistes del tiempo. Y ahora necesito que me ayudes a sobrevivirme.

Dímelo, dime que soy sólo escandalosa pero que, de igual manera, tú me ayudarás a escapar dejándome quedar quieta aquí, y yo tal vez pueda prometerte que después habrá movimientos no coordinados, saltos estrepitosos y palabras de locos, de esas de bufones que sólo hablan locuras enmascarando verdades. Entiéndeme una vez más, aunque yo te dejo claro desde ya que no será la última vez que lo hagas… ¿Pero para eso estamos, no? Para estar locas, yo hablando con una ventana y tú hablando con una mujer que le es fiel a los recuerdos.

Sácame de mis días por unos días… Y por favor dime que sí antes de que se den cuenta de que estoy aquí.




17 marzo 2016. 1:38 am.

                                                                                                                                                         

martes, 15 de marzo de 2016

Una Hora Después.


 
 
 

Que se me vaya la vida por una colina abajo si no puedo sentarme al lado de las lágrimas que quiero secar, si no puedo estirar mis manos para acariciar la cara que quiero ver sonreír. Siento cómo me muero por volar para estar al lado de la tristeza que quiero consolar, que la distancia no es más que una fantasía que se inventan y que puedo estar ahí entrometiendo mis dedos en el pelo de mis sueños.

 
Pero no puedo llegar allá, donde está lo que más quiero abrazar, entonces lloro de amor para que el universo diga que mis lágrimas reemplazarán las suyas y que mis ansias de verle apagarán su angustia.

Una hora después mis ojos ya estarían secos, sin tener una sola pista de que se podían volver a mojar. Una hora después estaría escribiendo la dudosa nota que quisiera que se transformara en abrazos cuando la tocaran las manos que adoro. Una hora después yo querría escribir muchas ideas muy sueltas. Una hora después yo estaría decidida a hacer de mis cobardías, valentías. Una hora después yo estaría desviviéndome en amor y esperanzas y más ganas de verle. Pero me encontraría, una hora después, con unas manos anónimas que llenarían de pesadillas mi mente, el presagio del disparo latente.


Un día después, querría vivir sin sonidos para evitarme el escalofrío que lo que oiría le iba a dar a mi día, querría vivir sin oído para evitar escuchar la nueva mentira repetida de la boca que tanto habría estado anhelando. Un día después yo conocería partes del cuerpo que no sabía que tenía cuando con su dolor me decían que estaban aterradas. Un día después me encontraría de frente con la cara de mis temores. Un día después yo haría desaparecer todos los tiempos gramaticales para que no hubiera posible manera de escribir esto ni de inventarlo.

Y el día me habla para decirme que ya puedo reciclar versos míos que antes eran de miedo y hoy de verdad, y los veo ya vestidos de negro justo en el medio de mi corazón, colgados de la parte caída de mi corazón. Un día después mis ojos ya estarían secos, preguntándose si otra vez se volverían a mojar.




15 marzo 2016. 12:29 am.
 
 
 


sábado, 27 de febrero de 2016

Diálogo Con La Luna Repartido En Días

No sé si la luna sigue pareciéndose a lo que me hizo hacerme amar, pero en los días más tristes me convenzo a mí misma de que así es. Porque el olvido está afuera de mi casa como la misma muerte, esperando a decirme que ya me reclamaron en su tierra de los olvidados, y yo ahí sentir que he muerto. Estoy en algún lugar de mi casa encerrada en mí misma, me pregunto qué estás pensando tú, si acaso me dibujas el pelo en el aire o rehaces mis lunares sin tenerme. Me pregunto, no paro de hacerme preguntas: qué efecto tienen en ti mis palabras, qué efecto tiene mi vida en tu vida. No lo sé, de verdad que no lo sé porque tus miradas ya no son de las que se leen, ni tu forma de caminar ni tu ausencia se vuelve cercana cuando estás lejos, porque ahora tú sí estás allá, a diez metros sin acercarte a mí en el aire.


Y siento que ya he pasado por aquí, sé que ya lo he hecho y que ha sido contigo, pero parece que en las noches, cuando no me doy cuenta, me tomo eso que no me deja dejarte ni quitarme la ropa llena de palabras heridas y malas sonrisas, y sigo queriéndote así, sobre caminos de piedra que tuercen los pies, y empiezan a torcer el corazón.

Yo quiero quererte. Te quiero porque nunca he querido dejar de hacerlo. Pero no así. De verdad que no así. No con mis ojos que no se encuentran con los tuyos a mitad de camino, no con risas que son de otros y no nuestras, no con noches ajenas. No quiero quererte si eso significa esperar los largos segundos que demora la sonrisa que responde a otra. Quiero adorar mi presente como si fuera igual a mis recuerdos.

Es por eso que no puedo, no puedo yo tampoco dar pasos adelante o darles la valentía completa a los que me atrevo a dar, por el miedo que visita otra vez las puertas del nosotros... O del yo, más bien. El miedo que es más mío que de la humanidad entera. Uno que ya no es suave sino duro, ni es como una brisa sino como una borrasca. Porque las palabras ya no sé cómo decirlas, y mientras busco dónde se me quedó el saber hacerlo, dejo que te vayas y te sientes a hablar con alguien más. Y después lloro, me doy cuenta de que ya estás allá y no aquí e interrumpo la búsqueda.

Quisiera dejarlo todo para ir allí y quedarme sentada oyéndote hablar, siendo testigo de los sonidos de tu voz y olvidarme por un momento de que no son para mí. Pero en vez de hacer eso, espero a que sea la noche, voy a ti a decirte cosas que no me atrevería si no me emborracharan la inseguridad y las ganas de ver tus sonrisas causadas por mí ¡Te digo que me llames y que no sólo me dejes sentarme! ¡Te digo que me quieras y no que me aceptes! ¡Que te pongas contento y no que te conformes!... Y tú no me respondes nada, ni a mí ni a las noches lloradas. Tú no me respondes nada.





28 febrero 2016. 12:30 am.

La Historia Más Triste Del Mundo

Se acercó a ella, que se veía a lo lejos triste, y la vio pasando sus dedos por referencias, fechas y palabras especiales.

¿Qué te pasa? -le preguntó-

Es claro que todos mis escritos hablan de él, pero en los suyos no se entiende si habla de mí.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Despedida

 
Quisiera no volver a hablar. Aunque ame las palabras y sus infinitas formas, aunque tenga mi voz para engrandecer los sentidos de lo pequeño, aunque le tenga cariño a los sonidos, y haya llevado de la mano a aquellos que fueron tristes cuando empezaron a vivir. Pero las palabras se ven muy bien sentadas en las páginas, la voz no cesa de hablar adentro y la fábrica de sonidos en mi cabeza no cierra la puerta de sus fantasías.

Yo he amado también el silencio. Momentos hermosos los he encerrado en el silencio, con los ojos abiertos y la boca cerrada, para no dejar escapar a ninguna palabra imprudente. Dejando hablar a todo lo que esté a mi alrededor, a todo el que quiera decirme algo y no se moleste al recibir un mensaje de mis ojos en respuesta. He conversado al cielo sin hablarle y he gritado a la noche con sólo cerrar mi cuerpo al lado de la ventana... Más que frecuentada últimamente.

De este aparentemente loco pensamiento, es difícil explicar el porqué, más aún cuando parece ser tan radical. Pero es así de simple, no tan simple. Lo que digo no está diciendo lo que quiero decir, cuando mis tonos se sienten tranquilos, forman espesas y duras nubes de tensión. Ya no es "así de simple, no tan simple" como lo fue entre risas de ojos y mensajes, el mensaje ya no parece estar claro, ya no es tan simple. O mis palabras las olvidan y parecen quedarse hechas humo de algún día que ya pasó. En otros lados, ya no me creen. Ya mi sinceridad, que juro no ha cambiado ni un poquito, no es tan creíble, y eso me da unas ganas de llorar tan grandes que no puedo hablar.

¿Ahora lo ven? No sólo trato de elegirlo, al silencio. Él parece venir por mí.

Y como una vieja costumbre mía, que no me deja perderme a veces y otras es la que me hace encontrarme, no termino de tomar la decisión, me voy arrepintiendo cada tantos pasos. Miro hacia atrás y ahí están, esas miradas y figuras, esos lunares y esos brazos que, sin pedirme permiso, me hipnotizan, y no puedo decidirme a ya, de una vez por todas, dejar de hablar. Pero deberían dejarme esas enamoradoras figuras que son mi vida entera. O yo a ellas, a ustedes. Déjenme dejarlos tranquilos, como tantas veces evito que se sientan, déjenme estar pero estar callada, y dejen de provocarme tantas ganas de hablar. Ya no lo quiero hacer. Ya no lo quiero hacer... Esta es también una forma de pedir perdón, o de reclamar la falta de interés.

Ahora puede ser oportunidad para probar lo que me ha llamado hace tiempo, como el que necesita irse a una casa lejana cerca al mar para que el mar sea el que hable. Quisiera callar para ya no armar un caos a cada sílaba... Y decir las viejas palabras de una forma distinta, porque las estoy intentando decir hace tiempo, pero no he podido, entonces estaré callada hasta que descubra cómo volver hacerlo. Y tal vez empiece por aliarme con los abrazos, las caricias, la querida risa y el infaltable llanto. Ellos conocen más las cosas que quiero decir otra vez, y su forma de hacerlo es más grande que mi voz... Siempre lo ha sido.

Con amor,

Trataré de olvidarme (sin prometer éxito) de cómo es que se hace para hablar.

 

9 febrero 2016