lunes, 9 de mayo de 2016

Y Dejar Que El Agua Corra

¿Podrías oírme si te hablo a través del agua? ¿Todavía queda alguna zona de tu oído que sea sólo mía y pueda oírme sobre el mar? Porque tú estás en tierra firme y yo me estoy ahogando.

Naufragó mi barco que se aventuró a navegar tu cuerpo, que zarpó de tu pelo para llegar a tus tobillos. Ahora estoy en una playa desierta. Desterrada de las historias de tu día. Tan lejos del sonido que tiene tu voz cuando la oscuridad la toca.

¿Me oyes? Te estoy gritando. Pero tengo el agua sobre mí y sólo puedo ver las burbujas a mi alrededor cuando con todas mis fuerzas grito para que me salves. Para que me salves de mí sin ti y del dolor escondido tras la espalda de las sonrisas.

No hay forma de que este lugar se sienta cerca. Alargo mis brazos para tocarte pero ahí lo entiendo, que estoy delirando en el recuerdo de las noches en que tuve vida. Vida. Qué palabra tan difícil de decir sin pensarte. Me pregunto desesperada por qué estás tan lejos de ella y a quien sea que se parezca a tus labios podría comprarle la respuesta. Pero no hay nadie más aquí. ¿Podrías escucharme si te hablo a miles de kilómetros?

Toda cubierta de agua. En lo más profundo de lo profundo. Dando patadas y moviendo los brazos. Sólo quiero un poco de tu aire para respirarlo. Sólo algo de cercanía para que alcances a oírme y pueda yo tener descanso. Pero tú... Tú sigues sin escucharme, y empiezo a preguntarme si tienes los oídos tapados. Tal vez esté condenada a escribir por años.



8 mayo 2016. 11:14 pm.

martes, 3 de mayo de 2016

Corazonamiento Cuando Se Va la Luz

Hay días que se demoran en llegar. Pero se sueña madrugar para vivir dentro de ellos. A veces esos días se vuelven semanas. Y a veces no son sueños sino sorpresas gratas del contradictorio vivir. Deseos a los que les dan forma después de tanto insistir.

En esos momentos, la cuerda floja por la que se camina, se hace más ancha. Caminar es más fácil. Es más fácil ver de cerca el deseo al final del hilo... ¿Al final de hilo? Cuando ya se acercó uno lo suficiente, se da cuenta de que su anhelo no está solo.

Y esa presencia lo aniquila todo. Los pasos firmes frenan en seco. Las palabras desaparecen justo en los labios. A los abrazos les cortan la primera sílaba. A los pensamientos que se creen claros, les vuelve a caer tinta encima. Los minutos son obligados a convertirse en segundos. Tranquilidad como una palabra que empacó su maleta. La valentía vuela en un viento lejano. Y el corazón... Bueno, él no se ha podido acostumbrar a pensar en vez de sentir.

Cuando la vida está pintándose de blanco, se va la luz.

Dejo entrar la noche en las ventanas de mis ojos, pero esas ventanas dejan ver las despedidas lejanas... Que ya no son mías... Que ya no son mías.

Abro mis manos de ilusión. Y la vida que allí atrapo se escapa veloz por los espacios de mis dedos dejando algo de restos que con tesón puedan ser revividos. Hay que aprender a cerrar los dedos. Hay que cerrar con fuerza los dedos.

Uno nunca termina de comprender las formas en que funciona la ausencia. Su repertorio de tortura es tan grande que cuando uno cree que ya no está, se quita la máscara y se descubre a sí misma y a su nueva forma de jugar el juego del engaño. Le quita a los días especiales los chocolates y las notas de letras enredadas. Le quita a los nervios los detalles que los calman. Le dice a los riesgos que ya pueden ser tomados, pero se desdice cuando acaban de saltar al abismo.

Qué casa tan vacía. Qué puerta tan triste de cruzar. Qué montón de momentos habitan en ella y sin embargo está tan sola. Tan sola. La mesa ya está servida pero se fue la luz. Y no hay velas que prender. Sólo queda un sofá para acostarse. Al lado de esta cobardía a ser valiente que abrazo todos los días contra mi pecho.




3 mayo 2016.