miércoles, 30 de marzo de 2016

Palabras De Día Para Escribir De Noche


Escribo una historia del día y no de la noche, porque ahora es el día el que me persigue y me amenaza con no acabarse. El día al que le cierro las puertas pero se entra por las rendijas como diciéndome que tengo que estar con él, sacándome de donde estoy, prohibiéndome mover mis pies para alejarme de la puerta que me fue cerrada, obligándome a verla sabiendo que no puedo entrar, con las llaves en la mano pero la cerradura cambiada... Y con las ventanas abiertas de par en par para ver lo que pasa en la que era mi casa.


Y sólo quisiera saber por qué ahora. Por qué. Por qué cuando necesito vida y no muerte, por qué cuando, en el centro de la excelsa sensación de soledad, necesito compañía. Vuelvo cada hora una búsqueda incesable de lugares que sirvan de buen escondite, haciéndome experta en caminar hacia atrás cuando la tranquilidad se me hace adelante pero me avisa que no es mía. La realidad es real. He ahí algo que todos deberían descubrir un buen día.

Soy un deseo de su sonrisa. Tengo para darle unos labios a sus dedos, un pecho que tiembla y una receta sin hacer. Diminutas cosas de un amor enseñado a crecer. A esas simples cosas arrastradas por el viento, las supe calmadas cuando en un sueño, sus manos existían en las mías todavía... Y no las había tenido que soltar ni por primera vez. Y nadie me hablaba para decirme cosas que me dolían, y yo estaba lejos de ser lo que no quería. Lo que soy hoy. La que tiene encima todas las miradas menos la suya, justo esa, la única que en la oscuridad brillaba. Ya la mirada no sale a la calle y los ojos no se alargan caminando el camino que camino. La cabeza voltea a adivinar otros pasos y estoy yo en el medio de unos ojos incómodos y unos pies extraños. Soy un después, ya Natalia se escribe con otras letras.

Cascada de miradas lastimeras. Mis pupilas se dilatan y parece en ese momento, que la única palabra que han conocido y que han sabido decir es llanto... Y el final del llanto no es el final del día. Y se acaba la semana pero todavía falta uno más, todavía falta uno más.




31 marzo 2016

viernes, 25 de marzo de 2016

Despertar En Desierto

No sé cómo llegué aquí. Tal vez una ventisca, una tan fuerte y rápida que no me dejó echar hacia atrás. Sólo cerré los ojos y cuando los abrí, ya estaba caminando en esta arena pesada, y siento que con sólo días, ya he empezado a caminar en círculos, entrecerrando los párpados para tratar de ver el final de este lugar. El final de este lugar que sé que puede sacarme de aquí en otro abrir y cerrar de ojos: sus brazos.

La eterna suavidad de la vida, sus brazos, que cuando no los tengo los vuelvo a crear en mi mente casi exactos a como han sido cuando los he tenido cerca. Tan grandes que me envuelven toda tapándome las tristezas, tan acariciables que me hacen deshacerme de mis manos en el camino a las suyas, tan fuertes que me protegen hasta de mis miedos. Pero están lejos y lo sé, y mi réplica de ellos no hace todo el trabajo porque aún los extraño, aún lo extraño y lloro encima del día en que decirlo no fue suficiente.

Sigo aquí con la mirada en las cadenas de mis manos que ahora pienso que no están ahí porque me ataban, sino porque yo las sostenía, y lo pienso alejándose sin cadenas y llegando a tierras distintas a estas. Yéndose de mí sin saber la palabra bonita que sus ojos esconden: paz. Quisiera decirle, por si mis miradas no lo hicieron, que sus ojos son oasis, agua, luz. Son las canciones que me enseñó a cantar y que hoy canto queriendo que me cante. Baja del cielo lejano, estrella, y dime si me quiere un poco.

Mi cama está sola. Ni siquiera me tiene a mí que no me atrevo a estar ahí sintiendo su ausencia. Y si llego a ella, me desvelo en mi anhelo de que viva en mis sueños y ahí sea fácil amarnos. Mi cuerpo desierto me dijo que era difícil sostenerse si no era con sus plurales quitándole el puesto a mis singulares y sus susurros recorriéndome la piel por años, sin querer encontrar el final del camino. Así como yo no encuentro el final de este desierto.

Y me he vuelto tan triste como un diccionario que no encuentra las palabras para decirle que vuelva. Y es la vida un nocturno que está a punto de ver la mañana.



25 marzo 2016.


miércoles, 16 de marzo de 2016

Diálogos Con La Ventana XIII



Hola, ventana ¿puedo quedarme aquí? Sí, sí, ya sé que siempre me has dejado sentarme contigo, pero ahora no me entiendes, ahora quiero quedarme aquí. Como lo has oído. ¿Podrías dejarme estar aquí por un largo, largo rato? Digamos… ¿Unos cuantos días? Está el silencio y está la madrugada ¡no me puedes decir que estamos mal acompañadas!

Quisiera cerrar esa pesada puerta del tiempo y volver a encerrarme a tu lado, y pintarte de rojo para que no nos vean. Así como lo hacíamos, así como cuando yo saltaba y tú sólo me veías y escuchábamos música casi todos los días. ¡Pero hay que tener cuidado con algunas canciones ahora! Hay algunas que ya tienen un significado, y escucharlas… Bueno, digamos que ya escuchamos suficientes suspiros por aquí.

Mi queridísima ventana, cómo no volver a ti que conservas una parte de mi pensamiento, como si desde una primera vez, totalmente inconsciente, hubiese decidido amarrar a ti la vida. Qué hago si no volver en días como estos en los que me acobardo de mi vida de todos los días, en los que salgo de mi casa y no sé qué hacer con todo lo cotidiano, en los que llego a mi otra casa y no sé cómo moverme allí y me abrumo al entrar a los cuartos en los que no tocaba la puerta, ya no quiero volver a entrar sin tocar la puerta. Me siento como puesta en un lugar que ya no es tan mío. Si querías una explicación, ahí la tienes, entonces respóndeme ¿sí me dejarás quedarme?

La vida ha dado vueltas, lo sé. Tal vez ninguna de las dos sabía que así iba a ser, pero aquí estoy y aquí estás. Sigues siendo domadora de sueños, guardadora de mil y una aflicciones, conocedora de mundos reales e imaginarios, colega de caminos estáticos, llena de sentimientos frustrados. Eres la sobreviviente de los embistes del tiempo. Y ahora necesito que me ayudes a sobrevivirme.

Dímelo, dime que soy sólo escandalosa pero que, de igual manera, tú me ayudarás a escapar dejándome quedar quieta aquí, y yo tal vez pueda prometerte que después habrá movimientos no coordinados, saltos estrepitosos y palabras de locos, de esas de bufones que sólo hablan locuras enmascarando verdades. Entiéndeme una vez más, aunque yo te dejo claro desde ya que no será la última vez que lo hagas… ¿Pero para eso estamos, no? Para estar locas, yo hablando con una ventana y tú hablando con una mujer que le es fiel a los recuerdos.

Sácame de mis días por unos días… Y por favor dime que sí antes de que se den cuenta de que estoy aquí.




17 marzo 2016. 1:38 am.

                                                                                                                                                         

martes, 15 de marzo de 2016

Una Hora Después.


 
 
 

Que se me vaya la vida por una colina abajo si no puedo sentarme al lado de las lágrimas que quiero secar, si no puedo estirar mis manos para acariciar la cara que quiero ver sonreír. Siento cómo me muero por volar para estar al lado de la tristeza que quiero consolar, que la distancia no es más que una fantasía que se inventan y que puedo estar ahí entrometiendo mis dedos en el pelo de mis sueños.

 
Pero no puedo llegar allá, donde está lo que más quiero abrazar, entonces lloro de amor para que el universo diga que mis lágrimas reemplazarán las suyas y que mis ansias de verle apagarán su angustia.

Una hora después mis ojos ya estarían secos, sin tener una sola pista de que se podían volver a mojar. Una hora después estaría escribiendo la dudosa nota que quisiera que se transformara en abrazos cuando la tocaran las manos que adoro. Una hora después yo querría escribir muchas ideas muy sueltas. Una hora después yo estaría decidida a hacer de mis cobardías, valentías. Una hora después yo estaría desviviéndome en amor y esperanzas y más ganas de verle. Pero me encontraría, una hora después, con unas manos anónimas que llenarían de pesadillas mi mente, el presagio del disparo latente.


Un día después, querría vivir sin sonidos para evitarme el escalofrío que lo que oiría le iba a dar a mi día, querría vivir sin oído para evitar escuchar la nueva mentira repetida de la boca que tanto habría estado anhelando. Un día después yo conocería partes del cuerpo que no sabía que tenía cuando con su dolor me decían que estaban aterradas. Un día después me encontraría de frente con la cara de mis temores. Un día después yo haría desaparecer todos los tiempos gramaticales para que no hubiera posible manera de escribir esto ni de inventarlo.

Y el día me habla para decirme que ya puedo reciclar versos míos que antes eran de miedo y hoy de verdad, y los veo ya vestidos de negro justo en el medio de mi corazón, colgados de la parte caída de mi corazón. Un día después mis ojos ya estarían secos, preguntándose si otra vez se volverían a mojar.




15 marzo 2016. 12:29 am.