miércoles, 15 de agosto de 2012

La Displicencia De La Nada

La pelea de los sentidos, la confusión de los adentros, la protesta de los labios cerrados, la inexpresividad de lo expresivo, la soledad de las corazonadas.

Las letras que se necesitan y las palabras que sobran, el rechazo a las preguntas incuestionables o tal vez la ignorancia de las pretensiones decorosas. La atmósfera grisácea, la impotencia de las humildes voluntades.

La maldita muletilla que aparece cada vez que se acrecienta la quebradura, ambientada por las historias de días absurdos y por pensamientos que a la tranquilidad le resultan superfluos.

El incesante pero tardío correr lento de los minutos, la intensidad de las percepciones, la introspección recóndita y absoluta que converge en distancias tan agonizantes.

La vicisitud y la monotonía, la displicencia de la nada.

El silencio es la mayor distopía, instaurada por la caótica fortuna que se obstina en relatar la delgada línea, la cualidad de lo eterno y las ya conocidas, distracciones insuficientes.