sábado, 8 de octubre de 2016

Diálogos Con La Ventana XIV



Hola, ventana ¿cómo has estado? Lo cierto es que no nos vemos hace un tiempo (pero no nos olvidamos, no te preocupes, que eso ambas lo sabemos) y nuestro tiempo lo gastamos en rápidas despedidas y saludos, pero tengo que hablar de algo contigo. Más bien… Preguntarte algo. Ay, es que no sabes cuánto te necesito, he tratado de resolver esto por mí misma pero no he dado con nada que me deje contenta, necesito hablarte a ver si encuentras respuesta.

Dime, ventana ¿por qué no hay palabras? ¿por qué las miradas pierden el ánimo? ¿por qué cuando las condiciones son perfectas, el silencio llueve sobre ellas? ¿por qué se funden los bombillos de las ideas? Respóndeme por favor por qué no hay iniciativa.

Te daré un tiempo, tómalo, no sabes cuánto me ha costado a mí, ratos enteros de sólo pensar, me he quedado sentada encima de las piedras de la frustración e imagino e imagino mil razones. No te mentiré, he encontrado algunas que se acercan a la lógica y que por poco me persuaden ¡pero cuando uno siente cosas ilógicas, cómo va a poder explicarlas con coherencia! Entonces ahí se me borra todo y vuelvo a entristecerme, enojarme y confundirme otra vez.

Te ves bastante callada pero hay bastante ruido detrás de ti ¡Y ese es! Ese el ruido que desordena mi cabeza con esta duda tan grande que tengo, esta duda que no sólo me deja a la espera de respuesta sino con un vaciíto en el alma, digámosle así, que todavía no se decide a dar este asunto por terminado. Yo amo el silencio y tú lo sabes, pero este me resulta insoportable. Este silencio sin propuesta de sonrisas me hace agua por dentro. Por qué hablar y después callar, decir todo lo bonito pero cuando lo bonito tiene tiempo libre, esconderlo y no dejarlo salir a jugar.

Estas faltas de quiero verte están apagando mis proezas. Mis ganas se están borrando de la foto. Es que a veces siento que no puedo, que no puedo más, que mis oídos van a estallar si escuchan un no de nuevo, y me da mucho miedo que ese estallido llegue hasta la sangre del corazón ¿me entiendes? porque ambas sabemos que eso es instantáneamente lo que va a pasar (hay que decirlo por experiencia). Por qué es tan sencillo que nazcan las ideas alegres en otros lados y no en el lado del amor ¿no debería ser al revés?

¡¿Por qué no perder el tiempo, ventana?! ¿por qué quedarse a solas con las risas en la punta de los labios? ¿por qué tomar café en la imaginación cuando se pueden cocinar tomates en mi cocina? Por qué irse a otras personas si uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida… Y dónde dejaste la acotación de insertar suspiro…

Mira, ya viste cómo me puse entonces vamos terminando esto antes de que vuelvan las amigas saladas que han estado de paseo.

No puedo entenderlo todavía. Estoy resignada convenciéndome de que simplemente no es mi momento de comprenderlo. Sé que eso puede ser conformarme, pero esa explicación a veces me da algo de tranquilidad ¡qué más le vamos a hacer! Lo cierto es que esa tal iniciativa resultó ser más complicada de lo que parecía.

Ahí te dejo esa pregunta, y te dejo también la promesa de que la primera que encuentre la respuesta se la dirá a la otra. Buenas noches, amiga, duerme bien.






8 octubre 2016