viernes, 31 de marzo de 2017

Marzo

Tengo las esquinas del cuerpo llenas de marzo. De ti, marzo. De tu desoladora y melancólica inhospitalidad. Me ves en febrero y no me hablas, no me dejas oír tu voz pero yo ya te escucho acercándote con tu sonido de verdugo. Y hoy hueles nuevamente, marzo, a soledad.
Te avecinas con tu historial de palabras y de tormentas que caen desde los ojos. Ya nos hemos visto antes y no me gustan tus paisajes, pero te guardo en mí como si fueras un destino inevitable, juntos y revueltos, mi deseo no deseado. Tu reloj al fondo del cajón todavía marcando las cansadas horas. Un tic en mi cabeza. Un tac en mi corazón. Una avalancha a los latidos y un disparo a la razón.

¿Y ahora qué? ¿Vuelves? Me viste tumbar muros y sentarme en sus ruinas dentro de ti. Me sonreíste la cara y me volviste ilusión, constelación. Sí, me sonreíste cruelmente quitándole las alas a los sueños que ya iban en otra parte del mapa después de que viste cómo volví a construirlos. No me dijiste nada, marzo. Es que no te gusta hablarme. Te place silenciar el 19 y llegar cuando no te espero. Me encierras en tus fines de semana de espera y silencio. 

Ya no me regalas manos entretejidas empacadas en intentos por describir la luna, sino que entierras tus puñales en mis oídos, cada marzo una colección de palabras más duras. Y así vas borrándole las palabras a mi diccionario, dejándomelo lleno de hojas en blanco y respiros a los que no les sale palabra.

Eres mi metáfora griega, mi sino trágico, mi templo profanado ¡mi templo! Mi memoria de palabras que ya no sé decir.

Tengo los pies cansados de entrar en ti.Vete a vivir los años de otra persona pues yo no volveré a hablarte, no quiero ni siquiera mirarte para no verte las cuencas de los ojos que me asustan, tu nombre dulce que no concuerda con ningún placer de la vida.

Eres un contrato para debilitar mis suelos, mi rosa guardada por cuatro años, mi ataque de nervios, mi respiración extraviada, mi incendio en el alma, mi ser que se cae y gravita alrededor de una gota de agua salada.

Te apoderaste de mi cuerpo blando, lleno de lágrimas y piel escarpada, terminado de construir con un verso robado. Me coges desprevenida amando en colores que ni existen y arrebatas, mutilas mis manos listas para acariciar. Ojalá puedas verte al espejo un día. Tienes nada y lo tienes todo. No tienes más coraje que el de dejar mi cama vacía. 

Eres unos pies sin ritmo que no me saben bailar...

Y cómo quisiera que me supieras bailar.

Que te bese el sol cuando se caiga en tu último día. Buen viaje.