lunes, 15 de julio de 2013

Des-y-sosiego

A la orilla del mar más grande, con nada más que inmensidad por delante, sin nada de lo que no necesito, asoma la mañana en colores delirantes. Y la mirada perdida prolonga el momento, como si el amor mirara y encantara, y se fuera y se quedara (allá). El cuerpo piensa, los pies caminan y los nervios se estremecen. La tranquilidad… Ella habla por sí sola.

Con escribir insumiso, con caminar impreciso, con mirar sonriso;  deseoso como flor de pétalos abiertos que busca al sol para vivir. Voy recordando aquello importante; que el corazón es ansioso, y se toma a la vida en un despiste, que el tiempo presuroso se aferra a lo que sí existe. En medio de tanto alborozo, voy lento para después correr hasta saltar al abismo. Y canto canciones vueltas memoria, y vengo a ver llover en un cultivo seco, sólo grito para oír el eco y cuento una nueva historia.  Me veo en el hilo delgado de una palabra sin pensar en después, detenida en viento pasajero; suave es el correr de mis pensamientos lozanos, y no los querría si no fuese así.

Gracias y no gracias. Con qué lucidez hablara un herido. Qué cambiante el sentir abierto de un cuadro dolido que murió sin morir. He de verlo ya en mis nuevos sueños, en donde esté más despejado el aire, donde haya risa  inmutable y se hable de detalles pequeños. De vuelta al carpe y al diem, se pasan las horas tranquilas en la viveza de una nueva ilusión. Emoción, efusión, pasión, canción.

Tengo ahora silencios llenos de poesía, tan solo hablo de sueños cual silbidos suaves, entre locura y dulces casualidades. Me escribo a mí y cambio de razones, me refugio en mis pasiones que a mi sonrisa, risa le han regalado, y una risita es sedante, una sonrisa para unos ojos es anestesia al dolor incesante. Mejor será vivir sonriendo, para poder morir de risa, de amor, de sueño y de emoción; y volver, volver a hacer que valga la pena.



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