sábado, 8 de junio de 2013

Cuerpo Y Alma

Quieta. Mirar la nada, mirar el viento y la voz se va despacio y no vuelve más. Hablar es ya un olvido, el olvido más penetrante y lastimero que ni la más excelsa declaración explicara, que desespera en un grito ahogado, el grito que parece en vano, porque todavía no dice nada. Yo ya no encuentro nada más que decirme. Hablar es ya mi olvido ¿La voz se fue, no es así? Si así no hubiese sido, mis movimientos sonarían dejando de estar solos, serían vistos y yo tendría cosas pequeñas. Unos ojos, unos ojos y ya. Unos brazos muy pacientes, muy pacientes y ya.

Anejado un momento estático en la mitad del tiempo, en los días a los que les sobran horas, horas que pesan, y los días que deberían durar un rato más; yo río y sonrío, yo sostengo en las manos no sólo suspiros disfrazados, sino la vida que sigue siendo mía, y que no puede ser de otro corazón.

Tal vez la madrugada traiga palabras que expliquen mejor la cualidad cambiante de mi cara, la tranquilidad que a veces flota, el desasosiego y la indeseada repetición que se convirtió ya en sentimiento. Tal vez se estremezca mi interior de una manera diferente. Si difícil es entender, cuán difícil explicar, encontrar las respuestas apegadas a sus viejas costumbres y hallarlas solitaria, porque solitarias son. No entiendo. Me preocupo. Me siento, fuera y dentro. Me siento y me siento, qué pena…


Miedo, deslizándose en las lágrimas más lentas y calladas.

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