sábado, 4 de mayo de 2013

Diálogos Con La Ventana VII




Musitando, cual secreto, he podido estar por horas, en silencio diciendo nada, porque eso me ha dicho y repetido mi cuerpo: nada. Al parecer no recuerdo, no sé cómo pero no recuerdo muy bien cómo plasmar todo esto, tal vez en mis recuerdos no encuentre nada, pero en toda mi alma encuentro terror de no saber qué pasa con las líneas adormecidas que adentro, quieren estar afuera.

La madrugada hará que de mí salga algo cuando casi tengo miedo de mí misma. ¿Cómo estar bien sin voz? ¿Cómo ganarle a un desorden desordenado mi lucha encolerizada por escribir? ¡Qué más quisiera que eso, escribir nomás!

Si existiera una respuesta a la pregunta de por qué no he podido hacer esto, un porqué pequeño pero preciso; indeseado pero terminante; así tal vez sería más fácil, mis pensamientos darían pocas vueltas y mis letras lo dirían todo, ya no estarían caminando por la piel desabrigada y yo no pasaría días repitiendo las mismas frases desacertadas.

Con frío es más honda la presión de los suspiros interrumpidos, la oscuridad golpea de adentro a afuera y son los golpes, palabras que viven en la agonía de una atmósfera callada, con afán de ser dichas en medio de su desdicha de nacer en letras que no han podido ser parte de ningún escrito.

Yo ya no puedo compartir mis días con historias incompletas, dedicatorias indiscretas y frases imperfectas. Desespero de hablar sin hablar y de que a falta de grafía mi mirada se muera por decirme algo y no lo haga del todo. Mi paz es dar libertad a esta angustia culposa que me trata como si me hubiese olvidado de sentir. ¡Siento más que nadie, más que nunca! Siento ganas de dar consuelo a lo oculto pero termino encontrando viento en las manos.

Pienso en escribir, que me salva; en la salvación de escribir. Diré todo, lo prometo, si me dan la palabra mis palabras.

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