Musitando, cual secreto, he podido estar por horas, en silencio
diciendo nada, porque eso me ha dicho y repetido mi cuerpo: nada. Al parecer no
recuerdo, no sé cómo pero no recuerdo muy bien cómo plasmar todo esto, tal vez
en mis recuerdos no encuentre nada, pero en toda mi alma encuentro terror de no
saber qué pasa con las líneas adormecidas que adentro, quieren estar afuera.
La madrugada hará que de mí salga algo cuando casi tengo
miedo de mí misma. ¿Cómo estar bien sin voz? ¿Cómo ganarle a un desorden desordenado mi lucha
encolerizada por escribir? ¡Qué más quisiera que eso, escribir nomás!
Si existiera una respuesta a la pregunta de por qué no he
podido hacer esto, un porqué pequeño pero preciso; indeseado pero terminante; así
tal vez sería más fácil, mis pensamientos darían pocas vueltas y mis letras lo
dirían todo, ya no estarían caminando por la piel desabrigada y yo no pasaría
días repitiendo las mismas frases desacertadas.
Con frío es más honda la presión de los suspiros
interrumpidos, la oscuridad golpea de adentro a afuera y son los golpes, palabras
que viven en la agonía de una atmósfera callada, con afán de ser dichas en
medio de su desdicha de nacer en letras que no han podido ser parte de ningún
escrito.
Yo ya no puedo compartir mis días con historias incompletas,
dedicatorias indiscretas y frases imperfectas. Desespero de hablar sin hablar y
de que a falta de grafía mi mirada se muera por decirme algo y no lo haga del
todo. Mi paz es dar libertad a esta angustia culposa que me trata como si me
hubiese olvidado de sentir. ¡Siento más que nadie, más que nunca! Siento ganas
de dar consuelo a lo oculto pero termino encontrando viento en las manos.
Pienso en escribir, que me salva; en la salvación de
escribir. Diré todo, lo prometo, si me dan la palabra mis palabras.
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