jueves, 5 de abril de 2012

Recuerdos Bernardinos

Un abanico resignado, destinado a que lo sostengan firmemente las manos de una vida llena de afliges, tus manos, que como cada parte tuya tanto tuvieron que aguantar. Pero ya no, te deslizaste de mis días cuando yo más quería que tu sensibilidad los llenase; aunque nadie lo crea. Me río si crees que no te recuerdo.




Te pediría que no mientas, yo te conozco, pero ahora cuando tus pasos van tan lejos no puedo ni siquiera percibir el sentir de tus rasgos expertos en escondite y acritud, así que ninguna otra alternativa me queda más que obligar a mi memoria a que sea mi única compañera y me deje recrear los cuadros, tal vez enmarcados con acero, de aquellos días que pasé en tu casa.




Me dueles Bernarda, me duele tu ausencia forzada, me duele que te hayas ido sin despedirte. Tú, la de frustrados pasos lentos que alejaste el sabor agrio de la primera impresión cuando me dejaste conocerte por dentro. Ahora es mi turno de entender tus palabras y hacerlo como nunca nadie lo hizo, sé que el orgullo no te ha saludado de la manera en que muchos creen, que en sueños caminas de un lado a otro desesperada pero con un ojo abierto, que tus más recientes acciones fueron en contra de tu voluntad, que el pañuelo era más tuyo que de cualquier otra y que aún guardada puedes oír cómo las lágrimas de tus mujeres caen al piso.



Tus botones perfectamente alineados descansan ingenuos a la espera del final de los seis, como tantas otras cosas que en medio del mutis dejaste a tu paso sin dar el gusto a nadie de mirar hacia atrás y recogerlas. Te pertenecían, te pertenecieron sin que te dieras cuenta.
¡Y no pudiste ver morir a tu hija! ¡Y ella te esperaba con palabras que aunque crudas, te iban a dejar verla por dentro y descubrir sus desgarradores sentimientos! Te quedaste sin eso, yo sin letras, sin flamenco. Y por esas pérdidas has causado muchos suspiros Bernarda, no sólo míos, lo aseguro con veracidad.




Ahora ya te fuiste, tal vez por el camino de los segadores, pero no pierdes tiempo y por momentos se te ocurre atacar mi mente y empiezo a divagar entre pensamientos pintados de negro, no lucho por dejar de hacerlo, es mi forma de mantenerte cerca, porque tu nombre está en mí, ya tus emociones están entre las mías.




Bernarda, no me dejas más salida que con placidez repasarte y a la vez preguntarme… Cuándo fue que la vida se aventajó y tus movimientos quedaron dispersos en el aire de una sala pequeña. Si yo no te olvido, te ruego, tú a mí no me olvides.


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