viernes, 13 de enero de 2012

Diálogos Con La Ventana III






Recuerdo cuando eras una ventanota, una situación inversamente proporcional, yo era una niñita, tú una ventanota. No nos cambia la vida, nunca del todo, aquí estamos y no nos han separado, tampoco lo han intentado. Tal vez sea visible, de una forma sólo descifrable para locos como tú y yo, que nuestro vínculo trasciende, no es un simple reflejo que difuminan los rayos del sol.



La soledad hizo sus intentos de apropiarse de este espacio, tu espacio, nuestro espacio. En este largo recorrido la hemos visto irse y volver pero la música la ahuyentó miles de veces, mientras nuestras risas de complicidad la hacían sonrojar. Riéndonos separadas y de forma distinta, nunca supimos que nos burlábamos las dos de la tonta inquilina que pagó arriendo a corto plazo.



La ingenuidad también hizo su visita, pero a esa la quisimos, actuaba siempre de forma tierna, sin consciencia de los problemas, conmovedora con sus actitudes optimistas y risueñas, las sonrisas que ella provocaba, ¡Ésas sí que valían la pena! Se quedó tanto tiempo que nos acostumbramos, pero la música la ahuyentó, la volvió realista, madura; y se fue a hacer presencia a las salas de otro lugar. Su recuerdo aún lo guardamos, pero no sé dónde ventana, no sé dónde dentro de este desorden que juntas nos empeñamos en acumular.



El abandono hizo estragos, revolvió todo creyéndose el dueño y dejamos que lo fuera por un momento, borró el sonido de las risas, borró el color dorado de los cabellos de nuestras musas, borró la vida, borró la perfección; pero después de un tiempo de aguantar tiranía aprobada y polvo sobre su cara, la música lo ahuyentó y declaró a ese destierro, su mayor victoria hasta el día de hoy.



El amor llegó, nos unió más, la música… La música a él lo entusiasmó, pero se asustó y se fue sin despedirse.



Suspiros se oyen, profundos y colmados de inspiración.


Recuerdo cuando eras una ventanota, que no hablaba contigo, sólo te compartía miradas cómplices que servían como sello para marcar el comienzo y el final de una nueva historia que veíamos por separado, con perspectivas parecidas, que años después estamos relatando juntas.

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