Para Letras del Mañana.
Vino la noche y me ofreció calor, juegos, sueños y éxtasis de amor. Me dijo
que nos perdiéramos en besos de medianoche. Y yo me moría por hacerlo, pero me
acordaba de otras noches.
Vinieron unas manos y me ofrecieron confianza, cuentos y caricias y noches de
danza. Me dijeron que juntáramos los espacios vanos. Y yo me moría por hacerlo,
pero me acordaba de otras manos.
Vino la madrugada y me ofreció pasarla en vela, recuerdos, risas, arrugar la
tela. Me dijo que la pasáramos juntas, despeinadas. Y yo me moría por hacerlo,
pero me acordaba de otras madrugadas.
Vinieron unos ojos y me ofrecieron largas miradas, brillo, palabras y promesas
agitadas. Me dijeron que cumpliéramos todos mis antojos. Y yo me moría por
hacerlo, pero me acordaba de otros ojos.
Vino una carta y me ofreció poetas, citas, visitas y tinta violeta. Me dijo que
nos acercáramos a lo que hoy se aparta. Y yo me moría por hacerlo, pero me
acordaba de otras cartas.
Vino una palabra y me ofreció la calma, gritos, pataleos y una nueva alma. Me
dijo que nos fuéramos al camino que la felicidad labra. Y yo me moría por
hacerlo, pero me acordaba de otras palabras.
Amiga querida, he decidido llamarla. A la que vive conmigo y se toma mi alma.
Vive soñando en pasado, viviendo los minutos en recuerdos gratos, recuerdos que
de cuerdos no tienen nada, pero que son la vida, la risa, la tranquilidad... La
calma. Memoria que juega entre cables rotos, luces apagadas y rincones remotos.
Me quedo sentada pensando con ella, recordando el sonido de risa que le da a los
truenos y las estrellas. Entonces aquí quedo y quedo esperando. Heme aquí
mientras siento que me voy alejando. Porque vino la vida y me ofreció un
momento, un suspiro, una noche y un amor eterno. Me dijo la vida que nos
fuéramos a vivirla. Y yo me moría por hacerlo, pero la memoria me obligaba a
revivirla, me obligaba la memoria a detenerme en seco.
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