Salen de manos que llevan a lugares inexplorados, de brazos
que conducen por caminos sempiternos, de miradas que no saben qué es el tiempo.
Ellos saben más de desasosiego y dolor que la misma tristeza, y de saber tanto
de lo malo se entienden espléndidamente con lo bueno, son la música de la
alegría, la risa y el amor.
Aquellos tienen la insólita facultad de encerrar en un
paréntesis lo pesado y lo frecuente, paran el día y sus trajines para despertar
a la vida por un momento, hasta volver a encontrar unos brazos dentro de los
cuales estar. Son un estado. Enardecido inigualable, inseparable.
Un abrazo amistoso, feliz, repleto de inocencia; se queda
hasta llegar al alma y no le importa esperar los casi imperceptibles segundos
que alcanzan a formar una sonrisa. Lo más lindo que existe, pueden hacerse tan
sublimes, o tan risueños, o tan oportunos, o tan tiernos, o tan desinteresados,
o tan perfectos; eso son siempre, perfectos. Lo más lindo que existe.
Pueden empezar de incontables maneras, poco a poco van
reconfortando. Qué feliz sentirse dentro de un abrazo que de dos haga uno, uno
de los que no sólo abrazan por fuera sino que abrasan por dentro. Bautizan con
otro nombre. Luego, se tiene entre las manos. En pleno momento de detención no
hay nada en qué pensar, no existe nada más que el calor en el calor y la
concentración de los segundos que mueren por detenerse.
Y allí de repente, un respiro. Después de ser envuelto se
respira con los ojos cerrados, lentamente, sin afanes, como si el cuerpo no
pudiera moverse más que para respirar y se hace presente el estático
sentimiento de estar acompañado, percibir la respiración como el acto más
sincero de conmoción. ¡Cerrar los ojos, viendo con mucha más claridad al cerrar
los ojos! ¡Apretar los brazos, mover un momento las manos por la espalda… Y Respirar!
Con tranquilidad que no se finge.
Otros cuantos en la noche, porque esos tienen algo más, un no sé qué que regala más minutos a la penumbra,
que saca sonrisas que no se ven. Esos nocturnos sí que mueven lo profundo, de
una forma que no es ni será explicada pero va más lejos, son más cercanos y de
ir acercando brazos terminan cara a cara, para dormir y no dormir, para dormir
en encierro impávido… Como para desear que la noche nunca terminara.
La piel ya no es la misma y los ojos son dos brillantes
fuentes de ilusión. El corazón está hablando solo. El momento envolvente se
repite en el cuerpo y en la mente, un momento que perdure hasta en lo que no
existe, que deje deseando otro, otro, otro…
Es éxtasis un abrazo, lágrima de alegría, descanso para el
alma, melodía suave que aumenta sin volverse rápida, amor encarnado, caricia en
la cara, escalofrío fascinante, lluvia contra una ventana, diálogo con lo
irreal, burbuja a punto de explotar, labios cerrados, palpitaciones aceleradas,
olor a flor fresca, vuelo alto, recuerdo guardado.
No, no duele necesitarlo y es sensación insaciable el querer
darlo. Abrazar a quien está perdido y a quien ya se encontró. Un sostén, un
andamio que falta, un hombro. La verdad es que no hay que buscar mucho, con
abrazar se comprende, con abrazar se dice “siempre”.
Me pregunto dónde hay abrazos, a dónde puedo ir a buscarlos
para mejorar mi día, para no caerme, para sentir y no hablar y dejar mi cuerpo
sin fronteras. A quién puedo darle un
abrazo para entregarle mis emociones ¿Quién dejará algo de sí en mí y se
quedará con parte de mi vida? Ay abrazo, el miedo te busca para que lo aquietes,
las aguas enloquecidas descansan en ti sus momentos de paz y viento frío.
-Miradas-